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Es importante que los padres comprendan cómo funciona el cerebro de sus hijos, porque les va a permitir interpretar lo que les está pasando cuando reaccionan de una manera que no esperamos: comprender la conducta, poder hacer una intervención oportuna, implementar pautas prácticas para poder entender mejor a sus hijos, generar objetivos y expectativas que sean más realistas, teniendo en cuenta la edad y la etapa evolutiva por la que están atravesando para ser mejores padres.
Nosotros somos los arquitectos y los responsables de desarrollar las conexiones neuronales del cerebro de nuestros hijos, porque durante la infancia y la adolescencia, la parte prefrontal del cerebro (reguladora de emociones) no se ha desarrollado todavía y termina de madurar en la adolescencia. Por ello es tan importante la intervención del adulto ante estallidos emocionales, sobre todo ante las emociones de defensa, como lo son la rabia, el miedo y la tristeza. “Yo te regulo a ti, desde mi cerebro prefrontal, desde mi calma”. Por eso, hablamos de una Heterorregulación, teniendo en cuenta que ellos no pueden autorregularse.
Si bien el cerebro es uno, con fines pedagógicos vamos a hablar de los cuatro cerebros, para una mayor comprensión.
Por un lado, dentro de los cerebros inferiores, tenemos el cerebro de supervivencia. Es el encargado de cubrir nuestras necesidades físicas (sed, hambre, sueño) y de mantenernos a salvo, además actúa frente a situaciones que nos ponen en peligro.
Por otro lado, tenemos el cerebro emocional, donde se encuentra el centro de procesamiento de nuestras emociones. En él se encuentran las amígdalas cerebrales, glándulas que, frente a una emoción de defensa (como la rabia) se hiperactiva y comienza a segregar adrenalina (nos invita a la acción) y cortisol (nos impide pensar). Estos cerebros son automáticos, inconscientes, involuntarios y reactivos. Por eso cuando un niño atraviesa una emoción como esta, no se puede controlar, no se puede autorregular, necesita de un adulto que lo vuelva a la calma.
Por otro lado, tenemos los llamados cerebros superiores, que son cerebros aprendidos, conscientes, voluntarios y de autorregulación. Está el cerebro que almacena, de memoria a largo plazo. Allí se encuentra la inteligencia generadora, las ideas, los recuerdos. También existe el cerebro ejecutivo, de autocontrol, que planifica, regula nuestras emociones y es capaz de controlar los impulsos. Como lo exprese antes, este cerebro termina de madurar en la adolescencia, es por ello que los niños y los adolescentes no pueden controlarlos.
Francisca Pena Bustamante
Analia Gonzalez
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